Qué mundo queremos construir.
- Silvana Noya
- 1 ago
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 ago

Amo haber nacido en este tiempo de máxima democratización del conocimiento y acceso a herramientas impensadas. Cada vez flasheo más con las posibilidades creativas de la inteligencia artificial. Sentarse frente a la maquina, ya no implica un lienzo en blanco: es un campo infinito de posibilidades, un juego de combinaciones, una danza maravillosa entre intuición y elección.
La clave ya no está solo en escribir un buen prompt, sino en saber elegir con conciencia. Ser un buen selector se volvió un arte mayor. Porque, al final, es el alma la que elige, la que crea la pieza única e irrepetible creada desde nuestra mas profunda humanidad.
Podría hablar en un lenguaje académico más cercano al estilo LinkedIn, pero hoy no vengo desde ese lugar. Vengo a transmitir una sensación. Y eso implica no intelectualizar demasiado este posteo.
Soy una creadora de puentes virtuales, simbólicos, estratégicos. Puentes entre personas, entre ideas, entre marcas y experiencias. Amo con pasión esta labor que me ha tocado. Hoy me siento una articuladora interdisciplinaria.
En esta mitad del año me propuse ordenar, ajustar, alinear. Puse al día proyectos, renové mi negocio, miré de frente mi emprendimiento. Me animé a hacer lugar.
Y en ese movimiento apareció la claridad. La certeza del valor de lo que hago. De la forma en que trabajo. De la empatía con la que me acerco. Ser sensible tiene su costo, a veces puede doler. Pero también hay algo mágico en todo esto. Porque cuando realmente comprendés lo que el otro necesita — tu cliente, tu equipo, un amigo o tu familia—, se abre una puerta poderosa. Identificar esa necesidad te permite activar tu creatividad con propósito. Las ideas fluyen, no como ocurrencias sueltas, sino como respuestas precisas a un deseo o problema real. Entender al otro es, en definitiva, el primer paso para crear soluciones, activa tu visión de diseño y lo potencia.
Esta mitad de año aprendí que el valor no está en ceder todo ni en endurecerse demasiado. Está en surfear el equilibrio entre apertura y cuidado propio.
Ser un “surfista emocional” es ser alguien que aprende a no irse a los extremos. Porque el mundo —afuera y adentro— es una conjunción de variables que necesitan conectarse con conciencia y en equilibrio, racionar la energía para que el sistema funcione mejor. Y eso también se construye cuando lo podés hablar con un Otro, ya que nosotros mismos somos construcciones en red, a partir de los otros.
Y voy a tirar una máxima en esta reflexión de mitad de año: así como sos como persona, así creás como profesional. No se separa.
La inteligencia artificial abre debates hermosos, incómodos, urgentes. Nos hace preguntarnos qué mundo queremos construir. Y creo firmemente que tiene que ver con ponerle alma a todo. Humanidad. Empatía. Compasión. Formas reales de habitar lo que hacemos. De mostrarnos como personas. Sin máscaras. Con lo bueno y con lo que duele con tu luz y tu sombra, con lo que te hace ser vos.
Ya no me nace hablar de “trabajo” como antes. Ese término envejeció.
Prefiero hablar de propósito.
De lo que te enciende, de lo que te mueve, de lo que hace que tu corazón quiera salir bailando cada mañana.
Y así como quien no quiere la cosa te invito a conocer Estudio plaNet, un lugar de creación, donde la inteligencia artificial se integra con propósito humano: www.estudioplanet.com


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